Hoy tengo una pena que me destroza el alma y no puedo llorar, me arrodillo, gimoteo pero no salen lágrimas, aprieto fuertemente los ojos, pienso en mi dolor, en ella...Y aún así, no puedo llorar.
Estoy confuso y desesperado, alguien de dentro quiere escapar, ir a un lugar donde no sienta este sufrimiento vacío y otra vez me obligo inútilmente a llorar, porque necesito llorar, el corazón me estalla, no puede ya llevar tanto peso, pero nada.
Mi cerebro no consigue dar su opinión, quiere decir lo que piensa: ¡esto es una tontería!, mira todo lo que puedes vivir, no te das cuenta de lo patético que eres, ¿de verdad es tan importante?, ¿vale todo esto el esfuerzo?, ¿eres tu, de verdad, el culpable?
Y qué pasará mañana, ella es débil, no es como tu, no acampa cada noche en las tierras del miserable, no disfruta sintiéndose un excremento, ¿va a ser esto el único equipaje en el viaje de regreso a soledad?, ¿quedarán otros recuerdos, sus besos, esa boca, ¡y la sonrisa!, ¿recordarás esa mágica sonrisa?, ¿te acordaras en las noches solitarias de los sábados de sus caderas? o el alcohol te hará recordar lo artificial que volvía ella todo lo relacionado con el sexo. Lo engañoso y ridículo que te sentías cuando, ya con tus pantalones bajados, ella te decía como si nada: NO.
Y entonces, como un huracán, recordarás lo sucio que te hacía sentir Ana, o ese sentimiento de fracaso que te transmitía Paloma, ¿y a Genoveva, recordarás cómo hacen el amor las cucarachas? y a Raquel, ¿recordarás lo que le hiciste a Raquel?...
Y al final, volverás a negarte, jurarás y perjurarás, defecarás en lo sagrado blasfemando contra ese maldito Dios que te ha hecho ser así, volverás a ser tu, volverás a verlas como el problema que son.
Después, por fin llorando en el suelo, te preguntarás si vale la pena vivir de esta manera. ¿Lo vale? contéstame tu, haz un esfuerzo...¡Piénsalo!
Estoy confuso y desesperado, alguien de dentro quiere escapar, ir a un lugar donde no sienta este sufrimiento vacío y otra vez me obligo inútilmente a llorar, porque necesito llorar, el corazón me estalla, no puede ya llevar tanto peso, pero nada.
Mi cerebro no consigue dar su opinión, quiere decir lo que piensa: ¡esto es una tontería!, mira todo lo que puedes vivir, no te das cuenta de lo patético que eres, ¿de verdad es tan importante?, ¿vale todo esto el esfuerzo?, ¿eres tu, de verdad, el culpable?
Y qué pasará mañana, ella es débil, no es como tu, no acampa cada noche en las tierras del miserable, no disfruta sintiéndose un excremento, ¿va a ser esto el único equipaje en el viaje de regreso a soledad?, ¿quedarán otros recuerdos, sus besos, esa boca, ¡y la sonrisa!, ¿recordarás esa mágica sonrisa?, ¿te acordaras en las noches solitarias de los sábados de sus caderas? o el alcohol te hará recordar lo artificial que volvía ella todo lo relacionado con el sexo. Lo engañoso y ridículo que te sentías cuando, ya con tus pantalones bajados, ella te decía como si nada: NO.
Y entonces, como un huracán, recordarás lo sucio que te hacía sentir Ana, o ese sentimiento de fracaso que te transmitía Paloma, ¿y a Genoveva, recordarás cómo hacen el amor las cucarachas? y a Raquel, ¿recordarás lo que le hiciste a Raquel?...
Y al final, volverás a negarte, jurarás y perjurarás, defecarás en lo sagrado blasfemando contra ese maldito Dios que te ha hecho ser así, volverás a ser tu, volverás a verlas como el problema que son.
Después, por fin llorando en el suelo, te preguntarás si vale la pena vivir de esta manera. ¿Lo vale? contéstame tu, haz un esfuerzo...¡Piénsalo!