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Maite 0º

Maite no tenía buenos recuerdos de su niñez. Su madre María, su padre Antonio, su hermano pequeño Javi y ella vivían en un pueblo apartado de Guipúzcoa, en una casita perdida, solitaria y de difícil acceso. No mantenían muy buenas relaciones con los vecinos. Aunque hacía ya siete años que el joven matrimonio había llegado de un pueblo vecino, una mañana triste y fría de diciembre, en el carromato más viejo y ruidoso que se había escuchado nunca en Andoain, los viejos del pueblo seguían mirándolos como extranjeros.

Por ese motivo el cadáver de su madre permaneció colgado 5 horas sin que nadie la echara en falta.

Cuando Maite tenía diez años, solían pasar toda la familia las vacaciones de Navidad con sus abuelos. Ese año Maite había adelantado unos días su viaje porque su padre tenía unos problemas que resolver antes de irse y ella estaba desesperada por marchar.
La noche del 19 de diciembre, su padre y su hermano de 6 años, llegaban a casa después de haber comido juntos y ver Quim de la india en el cine Astoria, el niño en los últimos metros soltó la mano de su padre y salió corriendo, se moría por ver a su madre y contarle la película...
La imagen era poéticamente grotesca, su madre colgaba en la lámpara del cinturón del batín, que resbalaba de sus hombros desnudos, mostrando su cuerpo flácido castigado a conciencia por 38 años multiplicados por litros de alcohol, antidepresivos y pena. Su sexo desnudo parecía que sonreía, cínico y cruel a este improvisado espectador. La imagen quedó eternamente grabada en la mente del niño, vivió sin probar una gota de alcohol. llevó ese dogma hasta el paroxismo, nada de comidas cocinadas con vino blanco o coñac.

Cuando yo conocí a Maite, tenía 33 años y esperaba entre copas a los 38 para acabar con su vida.
Yo en ese tiempo llegaba a leerme cinco libros al día, ahora, como dice Burning, hemos cambiado libros por litros de alcohol.