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glaseado

Aun teniendo prisa se lo tomó con calma, se moría de sed y ni se acerco al río, el calor era insoportable con el abrigo puesto. El pantalón desabrochado y la barriga fuera, comiendo donuts sin parar, glaseados de varios colores, rellenos de cremas, chocolate o mermeladas, con topping…
Se enamoró de su enemigo y cada afrenta era para el un acto de amor, puñaladas traperas, por la espalda, envenenadas, trampas de todo tipo, para osos, tigres, mapaches o mofetas. Insultos varios, escupitajos, zancadillas…
Pero esa noche lo entendió todo, una palabra: ¡glaseado!
Arrastró su cuerpo inconsciente por todo el bosque, el sangraba generosamente, la sed era insoportable, el cuerpo de ella estaba desnudo, depilado y cubierto de azúcar glass, azulada y brillante.
La había metido en una bolsa de tintorería y se había puesto el abrigo que estaba dentro, agosto es un mal mes para abrigos y glaseados, pero era una noche fresca y aquello aguantó bastante bien el viaje. 20 barras de mantequilla, 10 litros de agua, 7 kg de azúcar y colorante azul. No le había quedado muy dulce y derretir tanta mantequilla sin que se le quemara la cazuela, fue cosa de paciencia y fuego lento. Una brocha de empapelar para untarla y 13 orfidales para que se quedara quieta. 
Parar de camino a comprar Donuts no había sido una brillante idea, ¡ joder, ver tanto glaseado le hacía a uno correr algunos riesgos! Nunca había destacado por ser una persona atlética, no se podría decir que una de sus cualidades principales fuera la fuerza, pero a cabezota no le ganaba nadie. Verse allí, cuesta arriba con esas pintas, le hacía reír, pero esa imagen le parecía atractiva, el cine había ayudado mucho en esto.