Me empeño en creer que eres el amor de mi vida, es una forma más de cubrirme las espaldas, se que nunca será posible volver a intentarlo y eso me hace enfrentarme a los demás viajes con tranquilidad, la tranquilidad que da saber que nunca más podrá volver a pasar. Echo de menos Australia y Japón, besarlos, olerlos....
Me empeño en pensar que todo es culpa mía, que eres una víctima, aunque los dos sepamos que fuiste buen verdugo, eso me da fuerzas para bloquear a posibles, a probables. En mi amor está el arma, en mi cariño la sangre, sólo tu crees conocerme.
Humus, maría y demás cosas las he bloqueado, aunque las sigo tomando en dosis letales.
Me empeño en creer que sin mi estarás mejor, que los abrazos que te di siguen congelados en ese espaciotiempo, que nunca se repetirán, yo por lo menos se que como esos no di ni daré ninguno más. Perfectos pechos de princesa, besos interminables, esos dedos arremolinados en tus pies.
Me empeño en pensar que todo está mejor así, no saber nada de ti, no mirar, no pasar por los sitios que frecuentábamos, pero me mata el día a día, no saber si estás bien me consume. Se que pensar en ti corta, desgarra y trocea.
Un microondas estropeado, una puerta de aseo blanca destrozada por una perra negra, el sofá más cómodo del mundo, esas manitas de porcelana.
Me empeño la vida pero ya no me dan nada por ella, necesito unos diez minutos de marmota, 10 son mucho, creo que no he conseguido que me quisieras más de 9 seguidos, y los necesito en bucle, un bucle interminable, nueve elevado al infinito.
Pantalones vaqueros latinos, cinturas ochenteras, camisas con escote, mordiscos en tus pezones, y esas horribles botas de montaña que no pegaban con nada.
Me empeño en seguir escribiendo al vacío, sospecho que ya no lees, también me llevé tus ojos, pero los tengo bien guardados, dolorosa mirada de hidra. Cada palabra que escribo imagino esos ojos. Cajitas de madera, hamburguesas gigantes, pijamas de mango, una perra con picores, helados de chocolate, conguitos.
Me empeño en bañarme todos los días en colacao 0.
Me empeño en pensar que todo es culpa mía, que eres una víctima, aunque los dos sepamos que fuiste buen verdugo, eso me da fuerzas para bloquear a posibles, a probables. En mi amor está el arma, en mi cariño la sangre, sólo tu crees conocerme.
Humus, maría y demás cosas las he bloqueado, aunque las sigo tomando en dosis letales.
Me empeño en creer que sin mi estarás mejor, que los abrazos que te di siguen congelados en ese espaciotiempo, que nunca se repetirán, yo por lo menos se que como esos no di ni daré ninguno más. Perfectos pechos de princesa, besos interminables, esos dedos arremolinados en tus pies.
Me empeño en pensar que todo está mejor así, no saber nada de ti, no mirar, no pasar por los sitios que frecuentábamos, pero me mata el día a día, no saber si estás bien me consume. Se que pensar en ti corta, desgarra y trocea.
Un microondas estropeado, una puerta de aseo blanca destrozada por una perra negra, el sofá más cómodo del mundo, esas manitas de porcelana.
Me empeño la vida pero ya no me dan nada por ella, necesito unos diez minutos de marmota, 10 son mucho, creo que no he conseguido que me quisieras más de 9 seguidos, y los necesito en bucle, un bucle interminable, nueve elevado al infinito.
Pantalones vaqueros latinos, cinturas ochenteras, camisas con escote, mordiscos en tus pezones, y esas horribles botas de montaña que no pegaban con nada.
Me empeño en seguir escribiendo al vacío, sospecho que ya no lees, también me llevé tus ojos, pero los tengo bien guardados, dolorosa mirada de hidra. Cada palabra que escribo imagino esos ojos. Cajitas de madera, hamburguesas gigantes, pijamas de mango, una perra con picores, helados de chocolate, conguitos.
Me empeño en bañarme todos los días en colacao 0.